La biotecnología es un sector muy complejo y atípico. Nuestro país está despertando, de manera muy intensa, en un área hasta hace unos años completamente desconocida. Pensar en invertir dinero en una compañía cuyo retorno no se obtendrá durante los próximos cinco o diez años, era algo bastante impensable hace poco menos de ocho años.
Sin embargo, durante este inicio de siglo y milenio, este sector ha surgido también en un país como España, interesando a inversores de todo tipo que, hoy por hoy, están dispuestos a esperar largos plazos de tiempo para obtener un retorno de la inversión a cambio de unas perspectivas de rentabilidad muy elevadas.
Obviamente, a altas rentabilidades esperadas, altos niveles de riesgo. Esta premisa está interiorizada en los inversores de todo tipo de sectores. El diferencial, en nuestro caso, estriba en el factor tiempo. Cuando alguien afirma que una empresa de este sector es como “apostar tirando una moneda al aire”, en realidad, se equivoca. No estamos ante una cara o cruz, un blanco o negro.
El inversor que se plantee este tipo de compañías como un todo o un nada, donde se puede ganar muchísimo dinero o perderlo todo no adopta una posición realista. Cuando una compañía se establece sobre unas bases sólidas de ciencia, cuando el “pipeline” de proyectos tiene una cierta diversificación que permite tener varios puntos de apoyo que estabilicen la inversión, y cuando la calidad de lo realizado está asegurada, el “blanco” o el “negro” rara vez se presentan.
Casi todas las empresas se mueven en el complicado mundo de los “grises”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, a la larga, una empresa basada en unas líneas de investigación sólidas, con un trabajo de calidad, y con una pequeña diversificación que asegure que no se centra todo en una única línea de investigación, siempre acaba alumbrando algún producto con valor añadido y, por tanto, con capacidad de rentabilizar la inversión.
Ahora bien, ¿cuál es el problema real que tiene este tipo de compañías? ¿Cómo modular de forma óptima las variables tiempo-financiación? Con el tiempo suficiente, y la financiación necesaria, casi siempre el barco acaba llegando a un puerto razonable.
Pero nadie nos asegura en cuánto tiempo y por cuánto dinero. Ahí está la gran dificultad de sacar adelante este tipo de compañías. Volvamos al inicio de prácticamente el 90% de las biotecnológicas que, en la actualidad, surcan el horizonte del sector en España.
Son “spin-off” de universidades que, con un proyecto prometedor a sus espaldas, se escinden del mundo académico buscando en el entorno empresarial financiación para sacar adelante uno o varios productos para posicionar en el mercado.
Nadie, sin unos visos de llegar a sacar algo comercializable, emprende la aventura de empezar a navegar por el océano de los inversores. Encontrar dinero para financiar los inicios de las compañías es razonablemente fácil.
Un buen proyecto, un buen equipo científico detrás del mismo, una buena perspectiva de mercado…, a partir de ahí siempre aparecen inversores dispuestos a apostar una pequeña cantidad de su disponible en una apuesta de riesgo, pero de altísima rentabilidad en caso de éxito.
Se analizan los posibles tiempos de desarrollo de los proyectos, se prevén los costes asociados a los mismos y se obtiene la financiación para cubrir unos años, con unos desarrollos que, a priori, posicionarán el producto en un nivel determinado que permitirá la obtención de un retorno.
Pero, ¿qué ocurre si los tiempos se alargan? ¿Si la financiación resulta escasa? ¿Si los resultados no son los previstos y se necesita MÁS TIEMPO o MÁS INVESTIGACIÓN? Que las cosas se complican. Por si fuera poco, al avanzar en cualquier proyecto, los costes se multiplican de forma exponencial y, por tanto, las necesidades de financiación.
Entonces es cuando aparecen los problemas que, en muchos casos, pueden abocar la compañía al fracaso. Ya no resulta tan fácil encontrar inversores que sigan invirtiendo su dinero en algo, cuyos plazos no se están cumpliendo y que, además, va requiriendo cada día más recursos sin tener muy claro ni cuándo se alcanzará la meta ni cuánto hay que seguir aportando al “pozo” que parece no tener fondo. Bien, en esta situación se encuentran muchas compañías intentando sobrevivir en un entorno que, día a día, se va volviendo más hostil. Araclon Biotech nace, como la gran parte de ellas, de una “spin-off” de la Universidad de Zaragoza.
El doctor y catedrático de la Universidad de Zaragoza, Manuel Sarasa, desarrolla una línea de investigación en la enfermedad de Alzheimer en la que cree profundamente. Como consecuencia de sus investigaciones, consigue patentar una serie de anticuerpos y unas vacunas para combatir la enfermedad de Alzheimer que, inicialmente, pueden tener potencial para llegar al mercado.
¿Cuál es su objetivo inicial? Desarrollar una terapia eficaz para tratar y prevenir la enfermedad. Su línea de investigación: estudiar las proteínas beta-amiloides 40 y 42 y todas sus implicaciones en la enfermedad.
Como suele ocurrir en muchos casos, en su camino, buscando medir estas proteínas en los pacientes en el transcurso y evolución de la enfermedad, desarrolla, para su propio uso, una herramienta de detección de dichas proteínas en sangre.
Los kits de detección de estas proteínas que se comercializan actualmente en el mercado las detectan, con cierto grado de fiabilidad y sensibilidad, en el líquido cefalorraquídeo, donde los niveles son mucho más altos que en la sangre.
Realizar estudios masivos para poder monitorizar los niveles de los beta-amiloides 40 y 42 en individuos que están desarrollando la enfermedad, al igual que cuando están siendo tratados con un fármaco, con una herramienta que necesita de la extracción de líquido cefalorraquídeo del paciente, es poco factible.
Y así es como ARACLON BIOTECH, buscando soluciones a una necesidad interna para poder conseguir un logro, genera el desarrollo de una herramienta para uso propio que puede llegar a tener, en sí misma, un potencial en el mercado.
Esto es lo que se ha encontrado Araclon Biotech. El desarrollo del kit de detección de los beta-amiloides 40 y 42 en sangre, que inicialmente no era más que un paso intermedio para poder seguir avanzando en el objetivo básico de la sociedad, se convierte en una vía de obtención de recursos a medio plazo. A finales de 2006, esta “spin-off” de la Universidad no tiene solo un proyecto de investigación necesitado de una financiación a fondo perdido con un plazo medio de retorno de entre cinco y diez años.
Tiene un producto muy avanzado, el kit de detección, listo para comercializarse en un plazo de no más de tres años, que necesita una financiación muy limitada y fácilmente cuantificable. Conseguir captar inversores para que aporten recursos con un horizonte temporal tan corto, en un sector donde estos tiempos difícilmente se dan, resultó relativamente fácil.
A finales de 2006 Araclon Biotech consigue que un grupo inversor muy potente en el sector sanitario entre en el capital de la compañía, adquiriendo el 51 por ciento por algo más de ocho millones de euros. Con este capital, más la financiación pública que en los siguientes tres años (CDTI, PROFIT, etc.) pensaban obtener, se podían concluir las investigaciones adicionales que había que hacer con el kit y, de este modo, tener un producto licenciable a una multinacional que tuviera interés en posicionar en el mercado una herramienta que ayude y complemente el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer, sobre todo, en sus estadios iniciales.
Igualmente, la capacidad del kit para monitorizar la evolución de la enfermedad, así como la respuesta del paciente a los posibles tratamientos, lo convierten en un producto muy atractivo para muchas compañías interesadas en la línea de investigación del beta-amiloide.
¿Pero cuál es el modelo de negocio de Araclon Biotech?
Su modelo es muy simple. Conseguir convertirse en una compañía de I+D que desarrolle terapias para enfermedades degenerativas con escasez de tratamientos eficaces en el mercado. Sus pretensiones, hoy por hoy, no pasan por llegar a comercializar los productos ellos mismos, sino por posicionar sus productos en FASE II donde puedan licenciarlos con unos buenos acuerdos que aseguren una alta rentabilidad para los inversores.
Llegar a Fase II en terapias para este tipo de dolencias es muy costoso, los tiempos son complicados de manejar y las necesidades de financiación son muy elevadas. Por tanto, son difícilmente alcanzables sin realizar captaciones masivas de capital (por ejemplo con una salida a bolsa) o sin dejar que una gran compañía entre en el capital social.
En el primer caso, la dilución de los accionistas iniciales es muy alta, sin contar con todos los inconvenientes que tiene para una empresa de dimensión reducida el salir a bolsa. En el segundo caso, la compañía que entra en el capital acaba engullendo todo el know-how que sale de la pequeña biotecnológica, convirtiéndose esta última en un pequeño satélite al servicio de la primera, perdiendo totalmente su identidad.
El modelo de negocio de Araclon Biotech es diferente
Tras la entrada inicial de los socios capitalistas en 2006, su plan de negocio versa sobre la autofinanciación. Los ingresos que prevé obtener de la licencia del kit detector de los beta-amiloides 40 y 42 financiarán el desarrollo del resto de los productos previstos para, a su vez, poder ir licenciando estos últimos cuando su valor de mercado alcance su punto óptimo, sin haber realizado las ingentes inversiones de dinero que requieren las fases III de este tipo de enfermedades.
¿Qué ganan con esta estrategia?
Algo fundamental para ellos: autonomía y credibilidad. Su mundo no es el del diagnóstico. Su kit es un medio para conseguir un fin. En un mercado carente de tratamientos eficaces, donde el diagnóstico radica en unas pruebas cognitivas cuya fiabilidad es, cuando menos, cuestionada, y donde cada vez hay más consenso sobre que un diagnóstico temprano de la enfermedad daría más “chance” a las posibles terapias para poder incidir de una manera positiva en la evolución de la misma, una herramienta que ayude a establecer unos parámetros objetivos, medibles y cuantificables, para poder diagnosticarla tiene un hueco de mucho valor añadido.
Al final, la necesidad del grupo de investigación del que surgió Araclon Biotech, donde ellos mismos fueron conscientes de demandar una herramienta cuantificadora en sangre de las proteínas beta-amiloides 40 y 42 para poder proseguir con sus investigaciones, se está convirtiendo en una piedra angular de un plan de negocio para configurar una compañía de I+D cuya meta es obtener terapias frente a enfermedades degenerativas, con cierta eficacia probada en humanos.
Encontrar caminos intermedios que consigan que el capital inversor no vea que el plazo de retorno de su inversión sea muy elevado facilita la colocación del mismo. La autofinanciación, en el medio plazo, es una vía poco explorada en el sector y, sin embargo, es la vía que mejor asegura la permanencia de una empresa en el mercado.
Araclon Biotech es un ejemplo de la gran acogida que tiene, por parte del entorno inversor, este tipo de planteamientos.
Autora:
Pilar de la Huerta
Asesora ejecutiva del Consejo de Administración Araclon Biotech
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