Sesión de entrenamiento. Foto: SANEX
El desodorante se convierte en un aliado imprescindible, aunque no basta con aplicarlo de cualquier manera
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Hacer ejercicio es una de las mejores formas de cuidar la salud, pero también supone un reto para nuestra higiene personal. El sudor es una reacción natural del cuerpo que ayuda a regular la temperatura, pero al mezclarse con bacterias puede generar mal olor y una sensación incómoda. Después de una sesión intensa de entrenamiento, el desodorante se convierte en un aliado imprescindible, aunque no basta con aplicarlo de cualquier manera. Existen ciertos hábitos que pueden mejorar su eficacia y cuidar al mismo tiempo la piel de las axilas.
Ducha antes de aplicar
El primer consejo es básico pero fundamental: ducharnos antes de usar el desodorante. Tras hacer deporte, la piel queda cubierta de sudor, grasa y restos de bacterias que, si no se eliminan, reducen notablemente la eficacia del producto. Aplicar desodorantes directamente sobre la piel sudada no solo no resuelve el problema, sino que puede intensificar el mal olor y generar sensación de pesadez.
La ducha con agua y jabón limpia en profundidad y prepara la piel para recibir el desodorante en condiciones óptimas. Al hacerlo sobre la piel seca y libre de impurezas, los activos antibacterianos tienen mayor capacidad para actuar, prolongando la protección y evitando la proliferación de bacterias responsables del mal olor.
Secado correcto de la piel
El segundo paso, muchas veces olvidado, es el secado. Después de la ducha, solemos tener prisa y aplicamos el desodorante con la piel aún húmeda, lo que hace que el producto se diluya y no cumpla su función de forma adecuada. Además, la humedad puede favorecer irritaciones, sobre todo si utilizamos fórmulas antitranspirantes.
Lo ideal es secar la piel suavemente con la toalla, prestando especial atención a la zona de las axilas. De esta manera, conseguimos una superficie totalmente preparada para la aplicación, maximizando la eficacia del desodorante y reduciendo el riesgo de incomodidad en la piel.
Elección del producto adecuado
No todos los desodorantes funcionan igual, y tras el deporte esta elección cobra aún más importancia. Después de entrenar, las glándulas sudoríparas han estado muy activas, y la piel puede estar más sensible de lo habitual. Por eso conviene apostar por productos suaves y con ingredientes calmantes o hidratantes, que respeten el equilibrio natural de la piel.
Si el ejercicio ha sido intenso y en ambientes calurosos, puede ser recomendable recurrir a un antitranspirante de larga duración, que además de neutralizar el olor ayude a controlar la cantidad de sudor. En cambio, si preferimos dejar que la piel respire con normalidad, un desodorante clásico, con acción antibacteriana, será suficiente.
Volver a aplicar de forma inteligente
El último consejo se centra en volver a aplicar el desodorante. Muchas personas, después del deporte, aplican una cantidad excesiva de desodorante pensando que así obtendrán una mayor protección. Sin embargo, lo importante no es la cantidad, sino el momento y la forma en que lo aplicamos. Una capa ligera y uniforme es suficiente para garantizar la eficacia del producto.
Además, conviene tener en cuenta que, si vamos a seguir con actividades después del entrenamiento, puede ser útil llevar el desodorante en la bolsa de deporte para volver a aplicarlo en caso de necesidad. Eso sí, siempre asegurándonos de que la piel esté limpia o, al menos, libre de sudor fresco. En esos casos, una limpieza rápida con una toallita húmeda puede marcar la diferencia antes de volver a usar el producto.
En definitiva, usar desodorante después del deporte no es solo un gesto de higiene, sino también de cuidado de la piel. Con estos hábitos, la rutina deportiva se convierte en una experiencia completa de bienestar, donde la higiene y la salud de la piel caminan de la mano.






