Sabado, 04 de mayo de 2024

Opinión26 de noviembre, 2023

Cáncer de mama: mejor concienciación y cribado temprano

Pilar Manchón, radióloga especialista en diagnóstico por imagen en patología mamaria y en humanización de la radiología y Regional Medical Director de Affidea España. La radióloga Pilar Manchón.

Pilar Manchón, radióloga especialista en diagnóstico por imagen en patología mamaria.

Affidea

Cada año, más de 35.000 mujeres son diagnosticadas de cáncer de mama, una enfermedad de alta incidencia. Se trata del tumor femenino más frecuente en todo el mundo y supone el 30 % del total de los casos oncológicos registrados en mujeres.

Pero no es una dolencia exclusiva de las mujeres: el 1 % de los casos de mama que se diagnostican son hombres, a los que se diagnostican de manera tardía y, muchas veces, en forma metastásica, mucho más complicada. Y no es de extrañar, puesto que ellos no tienen ni campañas de prevención ni de realización de mamografías ni de concienciación.

Es decir, tenemos que hacer más fuerza para que ambos sexos se sientan implicados y sean conscientes de lo importantes que son las revisiones periódicas para la detección precoz de esta enfermedad.

La principal herramienta con la que contamos los profesionales de la salud para la realización de cribados es la mamografía. Esta tecnología ha ido mejorando su desarrollo año tras año, pasando de mamografía analógica a digital y posteriormente a tomosíntesis o mamografía con contraste. Gracias a ello, hemos logrado un descenso del 30 % en la mortalidad por cáncer de mama.

Es muy importante la inversión en I+D de compañías como Fujifilm Healthcare en lograr equipos que nos permitan ir más allá de nuestro conocimiento año a año. Los que nos dedicamos al diagnóstico por imagen sabemos que no es la prueba perfecta, que es mejorable, sobre todo cuando nos enfrentamos a las mamas densas, pero es lo mejor que podemos ofrecer en estos momentos y sabemos que ya se está trabajando en ayudarnos a ser cada vez más y más precisos.

Hay un grupo de mujeres que tienen un parénquima en el que hay poca grasa, lo que hace que los rayos X traspasen poco y que la imagen no sea tan precisa. En este tejido mamario se puede ocultar un tumor que tenga la misma densidad que la de la glándula mamaria. En estos casos, debemos combinar la mamografía con otras fórmulas de diagnóstico por imagen: más concretamente, con la ecografía mamaria.

De hecho, desde organizaciones como la Sociedad Europea de Radiología (ESR) se está recomendando incluso hacer resonancias mamarias en aquellas pacientes con densidad extrema, que nos encontramos aproximadamente en el 8 % de las mamografías y que pueden arrojarnos un falso negativo si sólo realizamos una prueba. Es más, parece claro que esta característica concreta multiplica algunos de los factores de riesgo que pueden desembocar en un cáncer de mama.

Con lo cual, es importante concienciar también en este sentido y que todas nosotras sepamos qué tipo de densidad tienen nuestras mamas para tomar las medidas de prevención necesarias. En concreto, los radiólogos hemos dividido la densidad mamaria en cuatro tipologías: la A es la más grasa, la B es de una densidad dispersa, la C es una mama heterogéneamente densa y la D es extremadamente densa. En estos dos últimos casos la mamografía no es suficiente, así que estas personas deben ser muy estrictas con sus controles y no saltarse ninguna ronda de cribado.

Pero también debemos estar muy alerta ante los signos físicos tempranos, como la aparición de bultos, el hundimiento del pezón o de la piel, un ganglio en la axila, un engrosamiento cutáneo o un enrojecimiento similar al de la mastitis. De hecho, tanto hombres como mujeres deberían saber cómo realizarse una autoexploración mamaria: es algo que habría que enseñarles desde la adolescencia: sobre todo a ellos porque, al no tener glándula mamaria, no necesitan mamografía y, cuando un tumor crece, es muy fácil de palpar.

Todo ello es motivo de consulta con el médico, que debe empezar con el proceso de diagnóstico lo antes posible para descartarlo y, si fuese positivo, tomar medidas terapéuticas rápidamente para mejorar el pronóstico y el bienestar de cada paciente. Porque si se detecta de una manera temprana, los tratamientos suelen ser mucho más efectivos y menos agresivos.

En este sentido, hay que concienciar en el autorreconocimiento a una buena parte de la población. A los hombres, como ya hemos dicho, pero también a las mujeres que por su edad no tienen acceso a programas de screening, que son aquellas mayores de 70 años y menores de 40 o de 50, en función de las políticas planteadas en cada comunidad autónoma.

De hecho, esa concienciación debe llegar también a los gestores, a los que debemos transmitir las recomendaciones de las sociedades científicas, que piden que todos los programas de cribado se acerquen al máximo a los 40 años y que incluyan una mamografía, con pruebas adicionales para las mujeres de mama densa.

Siempre poniendo el foco en la salud y el bienestar de las pacientes, que se van a ver beneficiadas de una detección temprana. Y también de la innovación, de los nuevos equipos que nos ofrecen mejores imágenes y mejores prestaciones de comodidad y rapidez, algo esencial en la parte humanizadora de la atención sanitaria.




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