Opinión17 de agosto, 2025
Dr. Felipe Hernández, Telemedicina y corazón: cuando la tecnología ayuda a salvar vidas

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Cardiólogo, Hospital Universitario La Luz y Atria Clinic, Madrid
Una de las enfermedades crónicas más prevalentes y letales, la insuficiencia cardíaca, podría estar viviendo un punto de inflexión gracias a la tecnología. Según un nuevo estudio publicado en The Lancet, el uso de plataformas de telemedicina para el seguimiento diario de pacientes tras un ingreso hospitalario ha logrado reducir a la mitad la mortalidad por esta afección. Además de mejorar la supervivencia, esta estrategia disminuye el riesgo de nuevas hospitalizaciones y alivia la presión sobre el sistema sanitario.
La transformación digital está revolucionando el tratamiento y el seguimiento de los pacientes con cardiopatías. La insuficiencia cardíaca es una de las enfermedades crónicas más prevalentes en la actualidad, y supone un elevado gasto sanitario por la necesidad de ingresos frecuentes de los pacientes que la sufren. El estudio HERMeS (Heart Failure Events Reduction with Remote Monitoring and eHealth Support), publicado recientemente en The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas, propone un protocolo de seguimiento personalizado de estos pacientes tras el alta hospitalaria, durante el período llamado “fase vulnerable”. Es bien conocido que en ese período es cuando el paciente tiene mayor probabilidad de sufrir una nueva descompensación. Las conclusiones del estudio sugieren un beneficio de esta estrategia en términos de reducción de mortalidad cardiovascular y reducción de reingresos hospitalarios. Como novedad, se promueve la capacidad de hacer ajustes del tratamiento por los propios pacientes, siempre con la supervisión de los profesionales expertos en esta patología.
El estudio aleatorizó a los pacientes a recibir un seguimiento estándar en consulta con visitas presenciales o a recibir un seguimiento vía una plataforma electrónica (aplicación móvil en un “smartphone”), en la que cada paciente incluía de forma diaria una serie de parámetros básicos (tensión arterial, peso, frecuencia cardíaca) además de rellenar un cuestionario relacionado con los síntomas de insuficiencia cardíaca (disnea, edemas, mareos). Esta información era evaluada por los profesionales y, si se detectaban signos de alarma, se contactaba vía videoconferencia con el paciente para valorar la necesidad de ajuste de tratamiento o de acudir al hospital.
El objetivo principal del estudio era investigar si la estrategia del uso de la telemedicina es superior a la tradicional basada en seguimientos presenciales en consulta con cierta periodicidad. La posibilidad que se le abre a los pacientes de poder compartir información médica personalizada con el equipo de médicos y enfermeras que conocen su patología cardíaca supone una gran novedad en términos de inmediatez y conexión para detectar signos de riesgo. Esto facilita realizar ajustes de tratamientos de forma precoz, sin necesidad de acudir al hospital, o de promover ingresos en caso de detectarse situaciones de alarma.
Los resultados del estudio HERMeS indicaron que la aplicación telemática es sencilla de utilizar por los pacientes, con un alto grado de adherencia y de satisfacción del usuario. Esto se tradujo en una rápida reacción por parte de los profesionales para evitar descompensaciones de la insuficiencia cardíaca y manejar los tratamientos de forma precoz. Precisamente, los pacientes de más alto riesgo (los que han recibido el alta tras un ingreso hospitalario) fueron los que más se beneficiaron de esta estrategia. Y finalmente, el acúmulo de información sobre los diferentes perfiles de pacientes en bases de datos anonimizadas permite detectar y predecir, incluso con la ayuda de la inteligencia artificial, patrones de tratamiento y evolución de la insuficiencia cardíaca, que podrían ayudar a estratificar el riesgo a más largo plazo.
Existen diversas dificultades para implementar estas estrategias de telemedicina en nuestra práctica habitual, tanto en los sistemas de salud públicos como privados. En primer lugar, se requiere que exista personal especializado (enfermería, médicos) que dedique una parte de su tiempo de trabajo a monitorizar la información que envían los pacientes, para detectar de forma precoz los signos de alarma. Por otra, hay que dedicar tiempo a educar a los pacientes en la estrategia de “autocuidado” de su patología crónica, fidelizando su participación con el envío diario de la información solicitada y facilitando el uso de la aplicación electrónica de telemedicina. A ello se añade que los cambios de actuación desde el modelo tradicional (consultas presenciales en hospitales o centros médicos) a un modelo no presencial, ya sea mediante aplicaciones en “smartphones”, videollamadas o mensajes automáticos, generan resistencia e incluso rechazo en cierto perfil de pacientes, que ven la tecnología como una barrera más que como un adelanto en su seguimiento de salud. La educación e información en el uso de dispositivos médicos personalizados (tensiómetros digitales, pulsioxímetros, sensores de glucemia…) para la población debe convertirse en una de los objetivos de la medicina, tanto en el ámbito de la atención primaria como de la especializada, independientemente de que sea a través del sistema público o del privado.
El desarrollo de modelos similares para el tratamiento y seguimiento de muchas enfermedades crónicas (cardiopatía isquémica, diabetes, enfermedades respiratorias crónicas) se centrará en el autocuidado del propio paciente, con el soporte añadido vía telemática de personal especializado, tanto enfermeras como médicos, mediante aplicaciones específicas. El desarrollo y auge de los “smart-watch” y otros dispositivos de fácil uso, que pueden medir parámetros como la frecuencia y el ritmo cardíacos, la saturación de oxígeno, la tensión arterial, los niveles de glucosa en sangre e incluso realizar electrocardiogramas, permite que la automonitorización por parte de los pacientes facilite y simplifique el diagnóstico y tratamiento de patologías, y disminuya la aparición de complicaciones relacionadas con su enfermedad. La educación y el consejo por parte de los profesionales sanitarios para el uso adecuado de estas tecnologías se presenta como una excelente alternativa para mejorar la calidad de vida de los pacientes.