
Las zonas azules tienen en común diversos aspectos muy relevantes para un enfoque preventivo de la salud
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¿Sabes qué son las zonas azules? Pues, a pesar del color, que nos lleva a asociar la expresión con cuestiones acuáticas o, siendo más prosaicos, a áreas donde está permitido aparcar, no tiene nada que ver, ni con lo uno ni con lo otro. Fue Dan Buettner, un explorador e investigador, en colaboración con geógrafos y el apoyo de National Greografic, quien acuñó el término para referirse a áreas del mundo en los que la gente vive más, pero también mejor.
No, España (y a pesar de que algunos estudios la sitúan en el quinto lugar del planeta en cuanto a longevidad) no atesora ninguna de estas Blue zones. Estos paraísos de la salud son, por este orden: Okinawa, en Japón, la Cerdeña italiana, Icaria, en Grecia, la costarricense Nicoya y, por último, Loma Linda, en California.
Lo que estos lugares tienen en común no es una fórmula mágica, sino diversos aspectos, que según explica desde Neolife, Cristina Minguito, son muy relevantes para un enfoque preventivo de la salud.
El primero, no podía ser de otro modo, es la dieta. Una alimentación rica en nutrientes esenciales, alejada de grasas saturadas y alimentos procesados nos aporta calidad de vida y bienestar. En estas zonas azules, es habitual una dieta plant based, esto es, basada en el consumo de vegetales, frutas y semillas integrales, y que limita la carne y los productos industriales.
El ejercicio es el segundo factor, no contemplado este solo como salir a correr o ir al gimnasio, sino como tener una rutina diaria activa, esto es, salir a comprar, realizar tareas domésticas, moverse, en definitiva.
Llegamos a la vida social, con lazos familiares y comunitarios, fundamentales para el bienestar emocional y la salud mental.
¿Qué más? Un propósito de vida que nos comprometa, que nos impulse a seguir, que mantenga viva la ilusión.
Y, por último, un estilo de vida moderado y equilibrado, lejos del estrés.
Junto al de Buettner, otros estudios aseguran que los años que vivimos tienen que ver entre un 70% y un 80% con el estilo de vida, en detrimento de la carga genética, que nos predispone a algunas enfermedades.
Desde Neolife, comparten las conclusiones de estos estudios, a los que añaden los beneficios de la medicina antiedad, basados en los chequeos preventivos y en la actualización constante y personalizada de pautas de salud.
Los chequeos antiedad, más allá de los parámetros básicos
Así, la doctora Minguito, recuerda la importancia de realizarse chequeos antiage que arrojen luz sobre cuestiones vitales como:
- El estado cardiovascular: la tensión y la rigidez arterial.
- La función pulmonar, esto es, la capacidad vital y la de difusión del monóxido de carbono.
- El metabolismo: el estado de los lípidos, la glucosa y la composición corporal y el funcionamiento hepático.
- El estrés oxidativo: radicales libres y sistemas reductores.
- La inflamación y cantidad de grasa visceral.
- El estado de la microbiota.
- Las alteraciones del sueño.
Todo ello, explica, teniendo en cuenta la “hoja de ruta” con la que cada paciente acude a las clínicas, una información que tiene más que ver con la edad real que con la edad biológica, entendida esta última como la que marca el estado orgánico de cada individuo, independientemente de la nuestra fecha de nacimiento.
Para cumplir más años, y hacerlo en condiciones óptimas, en Neolife se basan en todos estos aspectos y, a las pautas de alimentación, ejercicio, sueño, de control del estrés y otros, añaden las dos cuestiones claves del antiage: la suplementación y la terapia hormonal.
Reponer lo que perdemos con los años, suplementos y hormonas bioidénticas
La primera tiene que ver con las necesidades de vitaminas, minerales, ácidos grasos esenciales, antioxidantes, pre y probióticos, entre otros, de cada individuo según su estado, sexo, pero, sobre todo, edad.
Este último aspecto requiere de especial control y vigilancia en la menopausia y la andropausia, cuando el declive hormonal supone una aceleración del envejecimiento. Las hormonas tienen una función protectora en general, pero, sobre todo, a nivel mental y cardiovascular. De ahí los tratamientos de reposición con hormonas bioidénticas, un factor de protección contra la enfermedad y un impulsor de un estilo de vida saludable y activo.
Ahora bien, lo que nos hace vivir más y mejor, requiere hábitos y constancia. Y en este punto, Cristina Minguito nos remite a crearlos, siguiendo las pautas recogidas en un libro que ya es un clásico de la literatura divulgativa relacionada con el bienestar, Atomic Habits, de James Clare. Este texto nos invita a construir nuestros propios hábitos, haciéndolos obvios, atractivos, fáciles y satisfactorios. Si se nos hace muy cuesta arriba, por ejemplo, salir a correr, ayudémonos comprándonos un equipamiento con el que nos veamos bien, dejándolo a la vista para cuando nos levantemos, poniéndonos música que nos guste mucho, eligiendo un recorrido que nos resulte atractivo, y con una aplicación que celebre nuestros logros.
Aplíquese esta fórmula a alimentación, al sueño, a salir con los amigos, y a acudir a las revisiones médicas y piense en ello , finaliza la doctora Minguito, como “como una inversión a largo plazo en su salud, su energía y su felicidad”.