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Opinión27 de agosto, 2023

El dolor crónico como enfermedad es más frecuente de lo que pensábamos

Hermann Ribera, médico anestesiólogo y secretario de la Sociedad Española del Dolor. SED.

Hermann Ribera, médico anestesiólogo y secretario de la Sociedad Española del Dolor.

Cualquier estímulo doloroso químico, mecánico o térmico se vehiculiza a través del sistema nervioso central, tras la activación de unos receptores específicos que tenemos en nuestro organismo. En realidad, el dolor agudo es un mecanismo de alarma ante cualquier agresión externa física o emocional tras un factor desencadenante y que finaliza tras el cese de dicha agresión.

"El dolor crónico persiste más allá de tres meses una vez que la lesión original ha sido reparada".

Sin embargo, el dolor crónico (DC) persiste más allá de tres meses una vez que la lesión original ha sido reparada. De esta manera, se convierte en una enfermedad en sí misma que genera un sufrimiento innecesario no sólo físico, sino también emocional, que puede acabar menoscabando las defensas psicológicas del paciente que lo sufre y evolucionar hacia la ansiedad o la depresión, frecuentemente acompañado de importantes limitaciones funcionales. Por todo ello, hoy en día el abordaje terapéutico del paciente con DC se entiende desde un modelo biopsicosocial que precisará un enfoque multidisciplinar.

"Hoy en día el abordaje terapéutico del paciente con dolor crónico se entiende desde un modelo biopsicosocial que precisará un enfoque multidisciplinar".

Estudios realizados en el 2014 estimaron una prevalencia global del DC del 20%, lo que supondría alrededor de 1.600 millones de pacientes den el mundo. En Europa, estudios de los años 2006 y 2011 establecían la prevalencia del DC en un 19%, lo que supondría 140 millones de afectados. Finalmente, en España se llevaron a cabo estudios en los años 2011 y 2016 que cifraban la prevalencia entre un 17-18% de la población, es decir, alrededor de 8 millones de personas.

"Se convierte en una enfermedad en sí misma que genera un sufrimiento innecesario no sólo físico, sino también emocional, que puede acabar menoscabando las defensas psicológicas del paciente que lo sufre y evolucionar hacia la ansiedad o la depresión".

Un estudio reciente no sólo confirma esta tendencia, sino que la supera. Las instituciones Fundación Grünenthal y el Observatorio del Dolor de la Universidad de Cádiz, han desarrollado un estudio en el que se analiza la situación del DC en España en el año 2022 publicado en el documento “Barómetro del Dolor Crónico en España”. Este trabajo renueva la información de la disponemos actualmente acerca del impacto del DC a través de una encuesta a nivel nacional de la población adulta española y, al final, establece un decálogo de retos futuros que deberemos afrontar para poder dar respuesta a las limitaciones y necesidades identificadas.

"La tasa de bajas laborales debidas al DC fue el 28,6% y el 32,3% tuvo que abandonar su trabajo".

Se entrevistaron a 7.058 pacientes y, en resumen, los datos más relevantes fueron los siguientes: la prevalencia del DC fue del 25,9% de la población, 30,5% en mujeres y 21,3% en hombres, con una edad media de 51,5 años y una duración media de 6,8 años. El segmento de edad más afectada fue entre los 55-75 años (30,6%) y el 22,2% de los pacientes padecían depresión y un 27,6% ansiedad. La tasa de bajas laborales debidas al DC fue el 28,6% y el 32,3% tuvo que abandonar su trabajo.

"El sistema sanitario más utilizado en el último mes fue el de atención primaria en un 83,6% de los pacientes".

En este mismo estudio, el sistema sanitario más utilizado en el último mes fue el de atención primaria en un 83,6% de los pacientes. En DC, la primera línea de tratamiento es farmacológica y frecuentemente lo inicia el médico de cabecera. Esta actuación precoz es fundamental, puesto que el tratamiento farmacológico en las fases iniciales del dolor puede frenar la activación de los fenómenos de sensibilización periférica y central y, de esta manera, evitar la cronificación del dolor.

"En dolor crónico, la primera línea de tratamiento es farmacológica y frecuentemente lo inicia el médico de cabecera".

No existe el analgésico ideal ni universal: cada uno tiene sus ventajas y sus riesgos. Los efectos secundarios son debidos a que todavía no existen fármacos capaces de ser selectivos, aunque cada vez lo son más. Actualmente, nuestro arsenal farmacológico se reduce al paracetamol, los antiinflamatorios no esteroideos, opioides menores y mayores para el dolor inflamatorio y, por otro lado, los anticonvulsivantes y antidepresivos para el dolor neuropático. La prescripción de opioides ha crecido considerablemente en los últimos años debido, entre otras cosas, a que ha disminuido el temor a su uso. Sin embargo, a pesar de su eficacia analgésica, su empleo prolongado no está exento de problemas como sus efectos secundarios o las conductas aberrantes, por lo que la búsqueda de alternativas resulta de gran interés.

"El tratamiento farmacológico en las fases iniciales del dolor puede frenar la activación de los fenómenos de sensibilización periférica y central y, de esta manera, evitar la cronificación del dolor".

En los últimos años, el número de trabajos de investigación ha aumentado de forma considerable y ha permitido el desarrollo de moléculas que actúan sobre nuevas dianas terapéuticas. Desafortunadamente, la mayoría de estos fármacos están en desarrollo preclínico o han fracasado en los ensayos clínicos. Concretamente, se están investigando cómo actúan nuevos fármacos sobre los receptores TRPV1, los canales del sodio 1.7 y del potasio, los microRNA, los receptores cannabinoides CB2, los receptores de la microglía (que se sobreexpresan en situaciones de cronificación del dolor) y los receptores de la mitocondria. Un gran avance sería el que nos pudiera ofrecer la farmacogenética en un futuro para poder entender las diferencias entre la percepción dolorosa de un paciente respecto a otro y, además, poder dirigir nuestras dianas terapéuticas de forma selectiva. En todo caso, todavía se requieren ensayos clínicos multicéntricos a gran escala para evaluar la eficacia de los fármacos que actúan sobre dichas nuevas dianas terapéuticas.

"El número de trabajos de investigación ha aumentado de forma considerable y ha permitido el desarrollo de moléculas que actúan sobre nuevas dianas terapéuticas".

En definitiva, existe una necesidad urgente para desarrollar el diseño y síntesis de nuevos agentes analgésicos. Aunque de manera prudente, podemos decir que avanzamos poco a poco en el descubrimiento de nuevos tratamientos analgésicos eficaces y que mejorarían el perfil de seguridad existente. En todo caso, hay que tener en cuenta que el tratamiento farmacológico tan solo es un eslabón más del abordaje multidimensional del DC; habría que complementarlo con otros fundamentales, como son el soporte emocional y el rehabilitador para conseguir nuestro gran objetivo final: aliviar el DC de forma consistente y mejorar de la calidad de vida de nuestros pacientes.




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