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Opinión12 de septiembre, 2021

Patricia de Sequera Ortiz, presidenta de la S.E.N: "La epidemia silenciosa de la Enfermedad Renal Crónica"

Patricia de Sequera Ortiz, presidenta de la S.E.N Patricia de Sequera Ortiz, presidenta de la S.E.N.

"Estamos avanzando en la sensibilización y conocimiento de lo que supone la ERC".

Sociedad Española de Nefrología

La pandemia de la COVID-19 ha significado un enorme cambio que ha puesto a prueba a todo el sistema sanitario español y mundial, y en consecuencia, la atención y el tratamiento de los pacientes que no solo se han visto afectados por el SARS-COV-2, sino también del resto de personas que ya contaban con graves patologías o enfermedades crónicas, como es el caso de los pacientes renales.

En España, según los estudios epidemiológicos EPIRCE y ENRICA RENAL, la Enfermedad Renal Crónica (ERC) afecta aproximadamente al 10% - 15% de la población adulta. Los que están en los estadios avanzados de la enfermedad precisan de Tratamiento Renal Sustitutivo (TRS) para seguir viviendo, es decir, diálisis o un trasplante. Según los últimos datos del Registro Español de Enfermos Renales, correspondientes al año 2019, más de 64.000 personas se encuentran en TRS (el 45,2% en diálisis y el 54,7% con un trasplante renal funcionante). Además, el número de pacientes con necesidad de tratamiento renal no para de crecer, con una incidencia global de 151,9 personas por millón de población (hace 10 años era de 121 pmp). De hecho, la ERC es la segunda enfermedad cuya mortalidad y discapacidad más aumentó entre los años 2006 y 2016, tras el Alhzeimer, según el informe internacional Global Burden of Disease.

La sociedad aún no es consciente de que estamos ante una enfermedad que sigue creciendo de forma continua y a la que debemos poner freno, ya que afecta a más de siete millones de españoles, por el momento.

Desde hace años, los nefrólogos venimos advirtiendo que la ERC es una enfermedad muy grave, que tiene un fuerte impacto en la calidad de vida de las personas que lo padecen y sus familiares, y de lo que es una evidencia clara, ya constituye un serio problema de salud pública. Estamos avanzando en la sensibilización y conocimiento de lo que supone esta patología, pero la sociedad aún no es consciente de que estamos ante una enfermedad que sigue creciendo de forma continua y a la que debemos poner freno, ya que afecta a más de siete millones de españoles, por el momento. Además, se trata de una enfermedad que se halla infradiagnosticada con mucha frecuencia, y cuyos síntomas son poco reconocibles en los estadios iniciales, lo que nos ha llevado a llamarla “la epidemia silenciosa”.

Se trata de una enfermedad que se halla infradiagnosticada con mucha frecuencia, y cuyos síntomas son poco reconocibles en los estadios iniciales, lo que nos ha llevado a llamarla “la epidemia silenciosa”.

A ello hay que sumarle también el incremento de la prevalencia y la mortalidad, con un 30% más en la última década. En este sentido, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los 55,4 millones de muertes que se produjeron en 2019 en el mundo, más de la mitad (el 55%) se deben a 10 patologías, entre las cuales se sitúa por primera vez la enfermedad renal. A esta situación de avance sin freno de la ERC, se ha venido a sumar el impacto de la COVID-19, que está siendo muy importante en nuestro país, puesto que los pacientes con ERC, en diálisis y trasplantados, han sido uno de los colectivos a los que infección del virus está afectando con unos índices de contagio y mortalidad más altos que la población general. Es más, la mortalidad por COVID-19 en los pacientes renales es de 3 a 4 veces mayor en comparación con la población general, y de 1,5-2 veces mayor en comparación con otros grupos de riesgo.

En España, la tasa de contagio de los pacientes en TRS ha alcanzado un índice del 5%, y una tasa de mortalidad superior al 20% del total de pacientes en TRS contagiados que, en el caso de los pacientes en hemodiálisis - los más afectados sin duda - asciende aún más, según los datos recopilados en el 'Registro COVID-19' de la S.E.N., si bien este porcentaje ha disminuido en esta quinta ola gracias a la vacunación.

Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los 55,4 millones de muertes que se produjeron en 2019 en el mundo, más de la mitad (el 55%) se deben a 10 patologías, entre las cuales se sitúa por primera vez la enfermedad renal.

Nuestro país ha avanzado mucho en los últimos años y nos hemos situado como una referencia internacional en el TRS y el trasplante renal. Pero esto no es suficiente, necesitamos abordar el problema de la ERC desde la prevención y el diagnóstico precoz, promoviendo actuaciones dirigidas a reforzar la Atención Primaria, y a fomentar hábitos de vida saludable, desde la infancia, para así prevenir sus factores de riesgo (tabaquismo, obesidad, vida sedentaria…) y frenar su crecimiento en las nuevas generaciones. Igual que nos protegemos de la COVID-19 con el uso de mascarillas, manteniendo la distancia, con el lavado de manos y especialmente la vacunación, protejámonos de esta epidemia silenciosa que es la ERC controlando los factores de riesgo conocidos. Todo éxito de un trasplante es en cierto modo un fracaso, porque no hemos podido ayudar a ese paciente antes de que su enfermedad se agravase hasta el punto de que tenga que recibir un riñón de otra persona. Y ahí radica la importancia de la prevención y el diagnóstico precoz. El reto pasa por evitar que el paciente llegue a esa situación en la que la ERC impida a los riñones realizar su función.

Debemos conseguir que, cuando se hable de ERC, nos situemos en un escenario similar al de otras enfermedades, como las cardiovasculares o el cáncer, por citar dos ejemplos en los que existe una clara concienciación social.

Esto debe hacernos ver que la ERC es un problema más grave de lo que muchos consideran, y por eso debemos seguir insistiendo en concienciar a las administraciones y autoridades sanitarias, y a la opinión pública en general, de que tenemos que cuidar nuestra salud renal. Y que es necesario desarrollar estrategias que, no sólo sigan mejorando el tratamiento y la asistencia a los pacientes renales, sino que, sobre todo, actúen desde la prevención y la detección precoz para evitar que la enfermedad siga creciendo en las próximas décadas. Debemos conseguir que, cuando se hable de ERC, nos situemos en un escenario similar al de otras enfermedades, como las cardiovasculares o el cáncer, por citar dos ejemplos en los que existe una clara concienciación social.

Tras largos años de centrar nuestra atención en el tratamiento de las consecuencias de la ERC, los nefrólogos hemos trasladado el foco a la prevención y al diagnóstico precoz, para poder evitar así que aparezca la enfermedad, o que al menos se detecte lo antes posible para que los pacientes tengan menos problemas y no se vean abocados al tratamiento renal sustitutivo. Desde la Sociedad Española de Nefrología seguiremos trabajando en esta línea, solicitando el apoyo de los organismos públicos, los profesionales sanitarios, las industrias farmacéutica y tecnológica, y la sociedad en general, para que, entre todos, logremos frenar esta epidemia silenciosa que es la Enfermedad Renal Crónica.

 




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